¿Qué te viene a la mente al escuchar la palabra “discípulo”? Implica mucho más que un cliché, un fenómeno de modo o un programa más. Es la orden que Cristo dio a su Iglesia, es la esencia misma de la vida de una congregación.
NUESTRO MANDATO
Hacer discípulos no es una opción: es una orden. No es un tema para votar, negociar o discutir. El último mandamiento que el Señor nos dejó debe ser nuestra primera ocupación después de amarle a Él: “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. (Mateo 22:37-40)
Mateo 28:19 dice: “Por tanto, vayan, y hagan discípulos a todas las naciones”. Ningún comité, consejo o pastor de una congregación tiene el derecho de posponer este mandato.
Es una necesidad. Si nuestra congregación es realmente parte de “la Iglesia”, ella honrará este mandamiento. Pero si nuestra congregación no hace más que “jugar a la Iglesia”, ignorará este mandamiento, o al menos, diluirá su contenido y su importancia.
Hoy en día, las congregaciones hacen muchas cosas, pero en general, si hay una que descuida, es hacer discípulos. ¿Te imaginas lanzar un ejército entero de soldados en una batalla decisiva sin que ellos sean entrenados? Esta lucha pronto se perdería. Las congregaciones, en general, están llenas de personas, muy amigables y sociables que no tienen idea realmente de cuál es la grande responsabilidad personal y colectiva de hacer discípulos donde están viviendo y trabajando.
EL SIGNIFICADO DE ESTE MANDATO
¿Qué significa este mandato? ¿Qué significa “hacer discípulos”?
Tomar una decisión pública por Cristo en una reunión levantando su mano o acercándose al frente para hacer la oración de arrepentimiento y de la salvación no significa que se haya hecho un discípulo. Este acto es, en el mejor de los casos, el primer paso.
Hacer un discípulo es un proceso de dos partes: la primera es la conversión a Cristo y la segunda debe ser el crecimiento en Cristo. En verdad, los discípulos sólo se hacen cuando estos dos elementos están unidos.
Eso comienza hablando a otros acerca del Evangelio de Jesucristo, capaz de cambiar vidas, y luego, presentar a Cristo como la respuesta completa y definitiva de Dios al problema de nuestro pecado. El Evangelio le dice a las personas que no pueden salvarse a sí mismas, sino que deben arrepentirse, recibir a Cristo en sus vidas invitándolo personalmente a convertirse en su Señor y vivir una vida conforme a su Palabra, la Biblia.
El crecimiento es una cuestión de madurez. Cuando un recién nacido viene al mundo, el nacimiento no es lo más largo. Por otro lado, el niño tardará entre veinte y treinta años en alcanzar una cierta madurez. En el campo físico o mental, estamos hablando de desarrollo. Es extraño que nos preocupemos porque un bebé no crezca ose desarrolle físicamente, pero no damos grande consideración al hecho de que un creyente recién nacido no crezca espiritualmente.
Nuestras congregaciones han descuidado en gran medida esta segunda fase de formación de discípulos, de modo que están llenas de creyentes subdesarrollados que sacuden su sonajero cuando las cosas no van de acuerdo a sus deseos. Nunca han sido alimentados y no se han desarrollado.
Continuará...